En honor al tiempo que se ha ido

Los portales de las casas dragan el bullicio de la tarde y engullen a la gente despaciosamente. El bulevar está ya casi vacío. Es fin de año. Uno más. Miro a través de la ventana, triste por los días que nunca van a volver. Me pasa desde hace demasiado. Falta poco, supongo, para que llegue mi familia .

Me empeño en escudriñar repetidamente la pequeña pantalla de mi teléfono. Los mensajes de agolpan; no he contestado ninguno desde la mañana. El de mi tiempo futuro sigue sin asomar. Desconozco incluso si el tiempo posee la facultad de escribirme. Supongo que los demás esperan un buen deseo de sus seres queridos. En mi mundo no es así. Yo solo quería al tiempo que se ha ido. No sé si vendrá otro. Lo busco sin embargo; no quiero hacer otra cosa.

Una voz lejana y estridente ocupa el espacio de mi cuarto justo antes de comenzar a arreglarme para la cena. Los niños entran sin llamar y se abalanzan sobre su tía soltera. Pienso sin embargo en otros niños, en los hijos del tiempo que nunca tuve. Trato de comprenderlo. Lo entiendo al fin. Vuelvo a mirar la pantalla. Nada.

Hago salir a la tropa del dormitorio y saco algo de los cajones. No me detengo con remilgos. Se humedecen mis ojos y decido esconderme hasta que se pase. Pongo la radio que aguarda cruel el comienzo de una canción. La reconozco. Continúa la melodía a lo lejos pero no para mí.

Evoco otra canción de días pasados en los que el cielo era más azul. Días en los que soñé en que mis pies bailaban con la arena en un lugar lejano y cálido. La pantalla continúa recibiendo mensajes. No se dirige a mí sin embargo mi tiempo pasado.

Me digo que una camiseta blanca de cuello barco, una rebeca gris de amplias mangas y unos vaqueros bastarán para ocultarme. Siento presión en el pecho cada vez que deseo gritar al mundo que, mejor que alegres por el tiempo que viene, más debiéramos estar tristes por el que marcha. Esta noche no encuentro motivo para celebrar que murió mi tiempo. Cojo una novela, Cosmos, la he leído varias veces. Sus personajes saben aguardar un tiempo mejor, pero yo no soy capaz. Sí, mi tiempo y yo debemos esperar. Lo entiendo. Solo que hoy él muere un poco de nuevo y yo lo hago con él.

Si tal vez recibiese un mensaje, solo uno que rompa por una vez las reglas…. No. No puede ser y lo entiendo, el tiempo no sabe escribir. Pienso en el autor de Cosmos y lo imagino enhebrando otra historia. Tal vez tenga que ver con un lejano lugar en un tiempo remoto. Lo imagino escribiendo, qué otra cosa puede hacer un escritor.

Me llaman a la mesa. Vitorean algunos, todos miran mi llegada para formar parte de la velada. Sonrío levemente. Me sirvo una copa de vino blanco. Observo las lágrimas en la copa y agradezco al cristal haber robado las mías. Tomo un sorbo largo, hondo; siento la fría sequedad del caldo templarme el alma. Comienzan a servir algún aperitivo. Sigo atenta a la copa. La algarabía ya no me distrae. Me traslado a otro lugar, a un momento distinto y lo añoro. Lo comprendo, elevo la mirada y acepto un ágape.

He dejado olvidado el teléfono en el cuarto. Dudo si levantarme a recogerlo. La pantalla me hace más daño a cada instante. Al fin he logrado alcanzar la alcoba. Esta vez el sonido es el que tengo reservado para mi tiempo futuro. La radio sigue sonando. Leo y lloro de pura felicidad. Mi tiempo escribe:

Lo que eres, lo que has sido, y lo que serás, depende de lo que hagas a partir de este instante. No eres dueña de ti. Yo solo, tu tiempo, lo sé todo. Sé los días que vienen igual que supe los que ya te dejé vivir. Deja de esforzarte. Si así lo decido, revivirás buenos momentos y olvidarás los que te hicieron daño.

Deja de pensar y escucha a tu corazón. Él tiene sitio para todo cuanto ames, para todo cuanto amas. No debes elegir entre vivir sola o acompañada, entre el amor y el desapego, entre la tristeza y la felicidad. Nunca se elige, solo se vive. Solo debes amar; yo, tu tiempo, sabré darte cada momento. Confía en mí”

En ocasiones tengo la sensación de encontrarme extrañamente bien. Así, de pronto, siento paz, consciente de que solo vivo la vida que se ha sido dada por destino. Siento que celebraciones como las de esta noche no son sino un momento para tomar aliento y seguir la misma vida de antes, hasta que nos sea dada. Ahora me atrevo a mirar de frente al tiempo que viene para darle de antemano gracias por todo, gracias por tanto. También, por igual, sin solución de continuidad, al tiempo pasado. No quiero que te vayas pero has de hacerlo para que otros días me alcancen; tal vez parecidos días a los de antaño con las mismas personas y del mismo modo que antes. Incluso para que esos mismos días lleguen debes irte. Por eso hoy compartiré una última uva contigo. Ahora lo comprendo.

Regreso a la mesa; soy la misma y, sin embargo, soy otra. Alzo mi copa. El vino ya tampoco llora. Elevo la mirada a ese cielo más azul con el que a veces sueño y me uno a su deseo de un tiempo nuevo muy feliz para todos. También para mí, en honor al tiempo que ya se ha ido.

 

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