Un mensaje innecesario en vacaciones

Acaricio suavemente las teclas del ordenador portátil que no creí que fuera a tener que abrir durante mis primeros días de vacaciones en tres años. Estoy profundamente enfadada y me sugiero contar hasta diez antes de responder el correo electrónico que ha llegado hace un rato al teléfono móvil.

En la ventana, parapetada tras la coqueta mesita en la que me ha depositado una rabia incontenible, el moderado oleaje acaricia la arena fina y blanca de la Playa de las Catedrales. La bajamar aún permite contemplar sorprendentes arcos en la roca que los lugareños de Ribadeo denominan ollos. El eco del oleaje invade el pequeño espacio que ocupo en el acogedor hotelito que me recomendó mi amiga Ana.

Nací al mundo laboral en plena crisis y, a los veinticinco recién cumplidos, vivo acostumbrada a tragar carros y carretas. La ausencia de empleo me convirtió en freelance por defecto; dedico mis días a escribir textos para otros a cambio de unas monedas con las que tratar de salir adelante. Llegué a Lugo hace cinco días. Un grupo de amigas de la facultad de periodismo, nos reunimos para celebrar la despedida de soltera de una de nosotras. Yo aún no he encontrado a mi príncipe azul. Igual es que no lo he buscado con suficiente ahínco.

Ayer marcharon todas, pero yo decidí quedarme sola unos días más. Me gusta la soledad y estaba dispuesta a recuperar el cansancio producido por demasiados días sin asueto. Tenía decidido hacer unos largos en la piscina del hotel y he dejado abandonado por un rato el teléfono en el cuarto. A la vuelta, a punto de cambiarme para salir a tomar algo, el estridente sonido del teléfono anunciaba la llegada del siguiente mensaje:

Hola Marta,

No entiendo que me salte “respuesta automática” de que estás de vacaciones.

En primer lugar porque si no me equivoco, un contrato como freelance no contempla días de vacaciones.

Y en segundo porque es la primera noticia que tengo de ello, y ni siquiera me lo has comunicado.

Por favor, llámame cuando puedas para que aclaremos este asunto.

Gracias y un saludo,

Federico

Federico es un tipejo a medio camino entre la inutilidad y lo mediocre. De tanto hacer la pelota, un día lo ascendieron y vio la luz, el hueco a través del que poder compensar su vida de calzonazos en casa. Pues no; resulta que no puedo llamarte sencillamente porque no me viene en gana, me digo una y otra vez. Por cierto, que escribes de pena; a ver si algún día te da por hacer un cursito o algo… Creo que ha llegado el momento oportuno para que recibas  el correo que llevo tanto tiempo deseando enviarte. Hoy, cobijada por la bruma y escoltada por la curiosa gaviota que me sobrevuela en el cielo de plata, renuncio finalmente a contar hasta diez. El blanco jarrón de porcelana posado sobre la mesa y las cortinas turquesa serán testigo de la verdad de mis palabras.

Hola Federico,

Espero que hayas descansado de tus vacaciones. En efecto, he tomado unos días de descanso y he puesto un mensaje automático para informar a los posibles clientes con indicaciones sobre a quién y cómo dirigirse. Los necesito como cualquier ser humano, freelance o no.

Hace unos meses hablé con tu jefa María, y  quedé con ella en que llegado este tiempo y como hacían otros freelance, podía coger vacaciones, siempre que el trabajo estuviera hecho. Me dijo también que no te lo comentase, que ya se sabía como eres…

Dejé todos los contenidos preparados y los concursos configurados en las redes sociales que manejo. Incluso he adelantado materia hasta finales de agosto. Los he incluido en la planificación y los he dejado programados una vez corregidos por el cliente. Supongo que lo has comprobado antes de molestarme de forma gratuita, pero eso ya da lo mismo.

La moderación en tiempo real de mensajes la gestiona Julia, a quién cubrí las vacaciones como sabes. Le entregué mis claves y le expliqué cómo trabajo. Aún así,  reviso al final de cada día los comentarios recibidos.

Recuerda que hace unas semanas, a punto de comenzar tus días de descanso, me ordenaste reportar a Julia y no a ti porque, de regreso, pasarías a hacer otras labores. Desde entonces, me comunico con ella y no contigo. El contrato al que refieres es de prestación de servicios y eso es exactamente a lo que me dedico.

Me pregunto en todo caso, cómo es posible que alguien, a edad tan temprana como la tuya, ha podido llegar a ser tan gilipollas.

Un saludo.

Marta

La luz crepuscular se rinde pausadamente a la evidencia de la noche que llega. He abierto la ventana para recibir la suave caricia de la brisa fresca en el rostro. Los dedos han quedado entrelazados con la lisa melena que me adorna. Retirada hacia atrás, ha rescatado mi frente para entregarla al horizonte. Yo también he sido liberada. Creo que bajaré a ampliar por unos días más la reserva en la recomendable posada que me asila, llamada Playa de las Catedrales.

 

 

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